ET ARCADIA REGO: PRELUDIO

1 DE MAYO DE 1944.

El bombardero A-123 de las USAF sobrevolaba la zona a muy baja altura, evitando así ser descubierto por los radares alemanes. Habían partido horas atrás, de la Base Portuguesa de Costa da Morte, en una misión de reconocimiento, aunque esto era verdad solo en parte; Una vez cumplida la misión principal, se desviarían de su ruta, para completar otra misión, de la que sólo tenía conocimiento el Alto Mando Aliado. Dos hombres, curtidos en el campo de batalla, eran los elegidos para llevarla a cabo. No habían sido informados de su destino hasta minutos antes de embarcar y ahora, esperaban a que les comunicaran su misión. No era la primera vez que volaban juntos, infiltrándose tras las líneas enemigas pero siempre conocían el plan de antemano. No obstante, si hubieran tenido que elegir un compañero no habrían tenido dudas; Eran como hermanos y se alegraban de volar juntos.

El avión buscaba el resguardo de la noche y viajaba sin luces, por lo que estaba siendo muy movido. El piloto, conocía de antemano la localización de los puestos de radar, pero aún así, las precauciones tenían que ser máximas.

Cuando el avión comenzaba a acercarse hasta los Pirineos, el capitán extrajo un sobre lacrado, de donde sacó lo que debían ser las órdenes.
Llamando la atención de los dos hombres, el capitán asignado empezó a hablar;

-Estamos a menos de una hora del punto de destino – dijo señalando el horizonte – Ahora, necesito que memoricéis las órdenes y me devolváis el plan. Cuando abandonéis el avión, tenéis cuarenta y ocho horas para completarla. El punto de encuentro está señalado en el mapa. Suerte.

Los dos hombres memorizaron las órdenes y guardaron el mapa a buen recaudo, sabedores de que sin él nunca encontrarían el punto de encuentro. No les gustaba lo que habían leído; No parecía una misión para comandos especiales, pero no eran ellos los indicados para discutirlas. Cumplirían las órdenes y punto; Sabían que en este trabajo, cualquier vacilación se pagaba con la vida.

A la hora señalada, el avión giró unos grados y remontó el vuelo, hasta alcanzar la altura necesaria para que los dos hombres se lanzaran en paracaídas.
Pasó casi una hora hasta que consiguieron llegar al punto de reunión, situado en una pequeña casa protegida por la resistencia francesa. Estaba dentro de una arboleda, casi derruida y era perfecta para pasar desapercibidos.

Ojearon de nuevo la hoja de ruta; debían aproximarse hasta un pequeño almacén, donde los alemanes guardaban y protegían algun objeto de gran valor para ellos. Sus órdenes eran sencillas; averiguar en lo que fuera posible, lo que guardaban.
Tardaron más de lo que pensaban en llegar al almacén; estaba situado a las afueras de una pequeña aldea, y tenían que ir con suma precaución; cualquier encuentro con las patrullas alemanas sería fatal.

El almacén, no tenía mas seguridad en aquel momento que el de dos soldados, armados únicamente con sus fusiles reglamentarios. Los neutralizaron sin ninguna dificultad, y penetraron en el interior del almacén. Después de un rápido reconocimiento, comprobaron que lo único que guardaban era una única caja. Cuando la abrieron, no tenían ni la más remota idea de lo que habían encontrado.